Entrevista con Cristian Glenz, Director Ejecutivo Fundación Pequeño CottolengoEmpiece escribiendo el nombre de una imagen del sitio o introduzca la URL


Cristian Glenz tuvo una exitosa carrera profesional en el mundo corporativo. Sin embargo, luego de trabajar por poco más de 20 años, se dio cuenta que era importante para él que su trabajo ayudara a la humanización de las empresas. Hoy es Director Ejecutivo de la Fundación Pequeño Cottolengo, donde atienden de manera integral a más de 600 niños, niñas, jóvenes, adultos y adultos mayores que padecen discapacidad intelectual severa y, mayoritariamente, son abandonados.


Cuando Cristian cuenta su historia, su desarrollo profesional seguía por un camino de crecimiento esperado para un ingeniero de la UC, la llamada “ruta normal” como dicen los montañistas. Recién egresado entró a trabajar a una empresa multinacional muy deseada por los ingenieros de la época (Shell). Hizo un MBA en EEUU y llegó a una Gerencia General a los 34 años. Fue en ese momento que recibió un consejo de su antecesor: participar en los grupos de Desafío de Humanidad, organización de líderes de organizaciones de todo tipocon la misión de humanizar a la sociedad.


De esta manera, comenzó a vincularse con un entorno más social, con una visión de cooperación entre la empresa, la sociedad civil y la academia, que, finalmente, repercutió en poner su experiencia a disposición para dirigir la Fundación Pequeño Cottolengo.


¿Cuál fue exactamente el consejo que te dieron y que fue determinante en lo que es tu vida profesional hoy en día?

Me habían dicho que en una Gerencia General se estaba muy solo, y que para sentirme acompañado me serviría participar en los grupos de Desafío de humanidad. Básicamente se trata de espacios de encuentros entre pares improbables del que han surgidoiniciativas como el 3xi.


Es muy habitual que cuando uno hace la ruta lógica de carrera, terminas en una burbuja y, a veces, pierdes la noción del mundo social. Desafío arma grupos de desarrollo con personas diversas. No sólo te encuentras con ejecutivos y empresarios, sino también con personas de fundaciones y muchas realidades distintas que te ayudan a mantener un cable a tierra.


Trabajaste poco más de 20 años en empresa. ¿Qué te hizo dejarla y trabajar para un Fundación?

Alrededor de los 45 años tuve una crisis donde quería hacer algo totalmente distinto. Estaba cansado del ambiente competitivo de las empresas y de lo deshumanizado que puede llegar a ser. Entonces, cuando salí, quedé con las ganas de trabajar en esa área de humanización y se dio que el Cottolengo estaba buscando una persona con mi perfil, ya que querían profesionalizar la Fundación.


Justo coincidió que estaba haciendo un trabajo en Desafío donde nos tocó viajar a Francia con el objetivo de visitar unas empresas y nos invitaron a conocer a Jean Vanier, que creó las comunidades de El Arca, donde viven personas con discapacidad en grupos pequeños, y entendí que estas personas especiales que llamo “ángeles” ayudan a sanar a otras en sus dolores emocionales: rupturas, pérdidas,….


¿Tenías alguna cercanía con el tema de la discapacidad intelectual?

Nunca tuve relación en mi vida con temas de discapacidad intelectual. Lo más cercano fue mi padre y su enfermedad derivada de un cáncerque lo dejó postrado o cuando una de mis hijas entró a Pre Kinder y el colegio quiso incluir niños con alguna discapacidad y tuvo un compañero con Síndrome de Downque vi que sensibilizó mucho a sus compañeros de curso y los transformó en una generación mucho más empática con otros. Me di cuenta que las personas con discapacidad nos transforman.


Tendremos una sociedad mucho más integrada y civilizada cuando hacernos cargo de los más débiles y desamparados de nuestro país sea la norma y no la excepción.


Ya llevas 5 años en Cottolengo, ¿Cuáles son las diferencias que notas entre el mundo corporativo y el de las organizaciones sociales?

El trabajo en las fundaciones es mucho más difícil que en las empresas, pero mucho más gratificante. Por un lado, en las fundaciones debes lidiar con la administración de la escasez ya que siempre te faltan recursos. En contraste, las empresas que tienen buenas ideas siempre van a encontrar financiamiento. Por otro lado, en las fundaciones puedes palpar en forma mucho más evidente el aporte que tu trabajo hace por generar un mundo mejor. Afortunadamente en Chile está llegando incipientemente la banca Ética y otras alternativas que en parte intenta resolver el problema de las primeras.


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Y personalmente, ¿qué es lo que más destacas de haber hecho el cambio?

En las Fundaciones existe un mucho mayor ambiente de cooperación y de comunidad. Mientras en la empresa a veces hay a veces cooperación para hacer que la torta sea más grande y así le toque un pedazo más grande a cada una, en las fundaciones existe un ambiente de compartir y de crecimiento mutuo mucho más amplio. Eso se da en forma natural porque existe un propósito mucho más extenso que solamente generar crecimiento económico. Estas intentan abordar y resolver problemas que la sociedad o no quiere ver o no se quiere hacer cargo.


En el mundo corporativos todos nos ponemos caretas. Uno tiende a presentarse con sus roles, con su CV, con sus éxitos, y oculta todas las fragilidades tan propiamente humanas. Pero eso nos hace olvidar a las personas que hay detrás del rol. Todos tenemos fortalezas y debilidades, nuestras benditas luces y sombras que hacen quiénes somos realmente.


Las personas con discapacidad se presentan tal como son, con toda su autenticidad. Tienen severas discapacidades intelectuales, físicas y sociales y, sin embargo, nos regalan una sonrisa sin pedir nada a cambio y, ese gesto sencillo, nos invita a sacar al niño que cada uno lleva dentro lo cual te transforma.


Mencionaste que el trabajo en una fundación es mucho más difícil que en una empresa. Debe haber sido más complicado aún debido a la pandemia.

La crisis sanitaria generó caos por todos lados. Debido a la pandemia los costos se fueron a las nubes, principalmente en elementos de protección personal (EPP) y en Recursos Humanos. Las estrategias de aislamiento implicaron contar con más personal, ya que las personas que atendemos necesitan cuidados 24/7.


La pandemia nos cambió la manera de funcionar. Tuvimos que reinventarnos para lograr nuevas fuentes de financiamiento. Afortunadamente, han llegado los recursos de distintos lados y la Divina Providencia se ha acordado de nosotros, pero sé que no es la realidad de todos. Hay muchas fundaciones que han tenido que cerrar programas que son muy necesarios para el país.


Sin duda, tu experiencia no es la del común de los Ingenieros. ¿Qué mensaje le darías a tus colegas?

La gran mayoría de los ingenieros UC les va a ir muy bien en lo económico y corren el riesgo de aislarle en sus burbujas del éxito, y así pierdan la conexión con el mundo social. Todos serán líderes de grandes equipos y tendrán una influencia tremenda en el país que construimos todos los días.


Por eso es fundamental que cuando sean gerentes o empresarios busquen siempre un propósito en las empresas más allá de solo generar empleos, que, de por sí, es un tremendo aporte, pero la mayoría de los trabajadores y la sociedad no lo percibe tan claramente. Las empresas deben también existir para generar un mundo mejor con los productos y servicios que proveen, pero también deben darle sustentabilidad a sus actividades estando constantemente conectadas con sus entornos y comunidades, para ayudarse mutuamente y aportar así a una sociedad más humana y fraterna.


*Cristian Glenz es Ingeniero Civil Industrial Químico, Generación 1988.